21 de enero de 2016

Alte Häuser / Casas viejas



Alte Häuser

Alte Häuser gefallen mir,
Generationen lebten und atmeten hier.

 Leider kann man sie nicht fragen,
 sonst müßten mir die Häuser sagen,
 wie sich die Menschen im Haus bewegten,
 was sie zu tun und zu lassen pflegten.

 Auch wie sie lebten, liebten, lachten,
 was sie redeten und zusammen bedachten.
 Ob sie immer einander gewogen,
 wie sie ihre meist zahlreichen Kinder erzogen.

 Zuviel vielleicht an die Arbeit dachten,
 oder öfter auch mal Pause machten,
 um ihr Leben zu überdenken,
 und um nach innen die Blicke zu lenken?

 Ob ihr Leben leicht verlief,
 oder ob Not vor der Türe schlief.
 Es gäbe vieles noch zu fragen.
 Das alte Haus kann es mir nicht sagen.

 Doch es ist mit Generationen vereint,
 obgleich es ohne Gesicht erscheint.
 Manchmal ist es, als atmeten sie noch hier
 und gingen lautlos von Tür zu Tür.

 Das ist jedoch nur meine Phantasie,
 ihr zu trauen, rate ich nie.

© Irmgard Adomeit, 2012


Casas viejas

Me gustan las casas viejas,
generaciones vivieron y respiraron aquí.

Por desgracia uno no pude preguntarles,
sino tendrían que decirme las casas,
como se movían los hombres dentro de la casa,
lo que tienían que hacen y cuidar.

También como vivian, amaban, rieían
que hablaban y juntos ocultaron (como en complicidad)
O sí siempre estuvieron deacuerdo el uno con el otro,
al educar a sus hijos.

Talvez pensaron demasiado en el trabajo,
o hacian seguido pausas,
para reflexionar sobre su vida,
y para voltear la mirada hacia dentro?


Sí su vida transcurrió liviana,
o sí la miseria durmió en la puerta.
Todavía hay mucho que preguntar.
La casa vieja no pude decírmelo.

Sin embargo está unida a generaciones,
a pesar de aparecer sin rostro.
A veces es como si todavía respiraran aquí
y fueran en silencio de puerta en puerta.

Sin embargo es sólo mi fantasía,
confiar en ella, no lo aconsejo nunca.



2 de enero de 2016

XXVIII



Estamos bien así sin hablarnos.
Y es que a mí sólo me gusta mirarte sin que me veas,
encontrarme con esos ojos
que a veces imagino llorando.

A veces me pregunto;
cómo sería mirarnos,
si te es ajena la ternura
o si tú también tendrás el alma podrida.

Por eso no quiero hablarte,
porque conocerte sé que rompería el encanto.

Eres sólo un pretexto para sentirme solo
por eso me gustas,
porque no sé nada de ti;
ni de tus gustos o tus enfermedades,
porque nunca estaremos juntos,
porque jamás nos aburriremos el uno del otro.  

No me interesa lo que pienses o sientas
no me hace falta tu piel
o conocer el pasado oculto
detrás de tus ojos.

Yo lo único que quiero
es mirarte sin que lo sientas
como aquél que estaba
en la parte rota de la foto.

Alfonso R. Arroyo Sámano